Hoy tenía pensado publicar sobre otro tema, pero la verdad es que todo el mundo habla de lo que pasó ayer en las semifinales de la Champions League.
No soy gran aficionado al futbol, pero creo que lo sucedido la pasada noche en el encuentro entre Real Madrid y Manchester es, cuanto menos, digno de comentar. No quiero entrar en aspectos futbolísticos, porque la verdad es que no entiendo, pero sí en el hecho de no dar nada por perdido (o ganado) hasta el final.
Para poner en situación, el Real Madrid, a falta de un minuto para el final del partido, iba perdiendo y necesitaba dos goles para poder empatar la eliminatoria. ¿El resultado final? Acabó ganando el partido llegando así a la final. La conclusión que podemos sacar es rápida, no hay que rendirse nunca ni dar nada por perdido ni ganado hasta el final.
Nadie dice que sea fácil, nadie dice que siempre vaya a salir bien, pero una vez oí que un “milagro es eso que pasa continuamente” y la verdad es que tiene razón. Si miramos a nuestro alrededor, podemos ver cosas que no pensábamos que fueran posibles. No todos podemos decir que hemos llegado a una final de la copa de Europa de ese modo, pero no hace falta. Es acercarnos hasta la puerta del cine en coche y que encontremos sitio para aparcar cuando estaba todo lleno; es ir tarde a comprar a la tienda y que siga abierta; es pedirle una cita a esa persona que te gusta y que te diga que sí; es ponerte a hacer esa comida que nunca has hecho y que todos te feliciten porque les gusta; etc.
Está claro que hay una parte importante de no rendirse y no dar nada por sentado y podemos caer en la tentación de decir que lo importante es intentarlo, pero recordando al sabio Yoda “Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes”, hay que ir más allá tener fe en lo que se está haciendo. Cuando queremos algo de verdad, debemos tener un pensamiento positivo hacia ello creer de verdad que lo conseguiremos, poner todas las ganas y compromiso y entonces dar todo lo que se tiene, no sólo un intento.
Es arriesgarse a ir hasta la puerta del cine y no aparcar varias calles antes; es animarse a salir de casa sabiendo que la tienda a esas horas suele estar cerrada; es atreverse a dar el paso de pedirle la cita a esa persona (y a lo mejor toca insistir); es mirar tutoriales de cocina, preguntar y probar hasta que la comida salga como quieres. Es no venirse abajo y no dar nada por perdido.
Es fácil decirlo, lo difícil es hacerlo. Aunque siempre es necesaria una buena dosis de suerte, no hay que olvidar que milagro es eso que ocurre continuamente.
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