La vida no es perfecta y las cosas no van siempre como hemos planeado o como deseamos; por mucho esfuerzo que pongamos en tener todo controlado para que algo suceda de una manera determinada, siempre hay la posibilidad que no ocurra finalmente como esperamos.
En ocasiones, la frustración de no haber conseguido algo o no haberlo hecho de la manera esperada, hace que nos preguntemos una y otra vez “¿por qué?”. Esta pregunta tan corta que puede parecer inofensiva y útil, a su vez encierra en sí mucho peligro. Cuando nos preguntamos por qué nos ha pasado algo, estamos revisando las causas que nos han llevado a una situación, que pueden ser debidas a nosotros mismos, a factores externos o a la pura casualidad, pero estamos mirando al pasado. Comentaba que es una pregunta con mucho peligro porque puede desembocar en una espiral de culpa que no nos permita avanzar y quedarnos en ese pasado revisando cosas que no podemos cambiar; es el pasado.

Imaginemos que hemos realizado una presentación en el comité de dirección y nos han hecho unas preguntas que no teníamos demasiado claras las respuestas y hemos respondido erróneamente y con precipitación. Está claro que debemos revisar por qué hemos llegado a esta situación, darnos cuenta de que ha sido un error nuestro y continuar aprendiendo de él, pero si seguimos pensando en el “¿por qué respondí mal?” puede ser muy contraproducente. Imaginemos unos pensamientos como estos:
- He hecho una presentación en el comité de dirección y me ha salido mal. ¿Por qué ha pasado?
- Porque me he puesto nervioso ya que no sabía responder a algunas preguntas. ¿Por qué ha pasado?
- Porque debe ser que no sé de lo mío o que no tengo el control que se espera. ¿Por qué ha pasado?
- Porque eso lo tenía que haber sabido y ahora se deben pensar que soy un mal profesional, no podré prosperar… tenía que haber sabido esas respuestas, porqué habré respondido sin saber, que tonto soy, si es que no valgo para nada.
Podemos ver que no ha desembocado en nada bueno para esta persona, puede inundarle la culpa y entrar en una espiral muy peligrosa de malos pensamientos y comentarios hacia ella misma y casi con toda seguridad que, de manera involuntaria, la próxima presentación se verá influida por estos pensamientos. Además, si alguien de su equipo viniera a preguntarle algo o a pedirle ayuda ¿creéis que daría la mejor versión de sí mismo en ese momento? Posiblemente estaría en bucle pensando sobre la presentación y echándose las culpas y no sería capaz de atender a esta nueva petición debidamente.
En este punto quiero reseñar que no estoy diciendo que no haya que preguntarse el por qué, al contrario, sí hay que hacerlo, es importante hacerse esta reflexión y conocer las casusas que han llevado a una situación concreta (tanto para bien como para mal), porque nos pueden ser de mucho valor en el futuro, pero peguntarse “¿por qué?” es solo revisar el pasado y el pasado no se puede cambiar y hay que moverse cuanto antes hacia el futuro.
Una pregunta mucho más poderosa que debemos hacernos es “¿para qué?”, “¿para qué me ha pasado esto?”. Con esta pregunta miramos al horizonte, nos apunta objetivos, nos anima a continuar y no quedarnos anclados en el pasado. Podemos ver que las cosas no sólo nos pasan por algo, sino también nos pasan para algo, para que reaccionemos y mejoremos. Si llevamos esta misma pregunta a la situación comentada de la presentación, podríamos tener algo como:
- He hecho una presentación en el comité de dirección y me ha salido mal. ¿Por qué ha pasado? (es importante preguntarse el porqué)
- Porque me he puesto nervioso ya que no sabía responder a algunas preguntas. ¿Para qué ha pasado?
- Para que revise de nuevo estos temas y pueda entregar un informe completo y no solo una respuesta escueta o incorrecta.
- Para que pueda fijarme en qué temas son los que más interesan en el comité de dirección.
- Para que practique más la próxima presentación y pueda mostrar una mejora sustancial.
Podemos ver que esta pregunta nos destapa objetivos y tareas para mejorar, para seguir adelante con un pensamiento positivo y no quedarnos encerrados en la negatividad del “¿por qué yo?”, ”¿por qué me pasa a mí?”, salir del “no puedo” y de la negatividad, e ir al “¿para qué me ha pasado?” “¿qué tengo que hacer?”, así nos estamos llamando a la acción. Debemos animar a nuestros equipos y personas a hacerse esa pregunta, pero no sólo en el ámbito laboral, también en el personal puesto que es realmente una pregunta poderosa que nos anima a avanzar, a pasar página de momentos dolorosos y a mejorar.
Esta pregunta nos ayuda también a complementar los siguientes pasos a realizar cuando damos Feedback a nuestros equipos, abriendo espacios para reflexionar sobre el futuro en términos más prácticos, apuntando objetivos y tareas concretas; utilizando el término acuñado por Marshall Goldsmith y Jon Katzenbach, estaremos realizando un feedforward, una retroalimentación hacia el futuro. Si además esta pregunta se la dejamos contestar en una primera instancia al equipo o a la persona interesada, será una pregunta aún más poderosa, ya que la reflexión la hará el propio interesado e interiorizará mucho más los resultados. Desde mi experiencia, también es bueno contar con otros puntos de vista, y que sea el propio interesado quien seleccione los objetivos y tareas a cumplir.
Todos estaremos de acuerdo en que la presentación del comité de dirección ya está hecha, y no se puede cambiar el pasado, pero de nosotros depende quedarnos preguntándonos el porqué de la situación y lamentándonos (lo cómodo) o preguntarnos sobre los siguientes pasos para seguir avanzando.

Rescatando una frase célebre de Buda:
“El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”
Buda
Así que mejor que regodearnos en el dolor, es preguntarnos ¿para qué? y marcarnos nuevos objetivos y tareas a cumplir.
Hola,
para temas de equipo está muy bien el Management 3.0. lo conoces? Aqui puedes encontrar información https://management30.com/
un saludo
Hola,
Si lo conozco, tenía pensado hablar algún dia de ello, así que ya se cual será el próximo post.
Gracias
Un saludo